La pintura de Clara Gracia, destaca en primer lugar, por su gran calidad compositiva. La artista barcelonesa presenta unas composiciones trepidantes y con gran plasticidad. Sin embargo, son muchos los rasgos destacables de esta interesante artista.
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Uno de los factores que provocan esa sensación al visualizar su pintura radica en su técnica y su manera de extender la pintura. El uso frecuente de la espátula y el gusto por el grosor pictórico así como sus abundantes recursos coloristas, confieren a la obra final, esa sensación de atrevimiento compositivo.
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Se diría que sus estudios artísticos en París, se reflejan claramente en unas creaciones con sabor fauvista, con trazos técnicos muy propios de la célebre Escuela de París, de la que Clara Gracia podría bien ser sucesora. Los Vlaminck, Matisse o Dufy, se apoyaban en la deformación de las perspectivas, y sobretodo en un tratamiento del color que alteraba las gamas “lógicas”, para ofrecer composiciones con cromatismos atrevidos. Clara también sabe alterar las gamas cromáticas de manera personal y osada.
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En el París de principios de S. XX, muchos artistas desarrollaron una particular manera de extender la pintura por la tela, sustituyendo, en muchas ocasiones, el pincel por la paleta. Nuestra artista, Clara, usa este recurso con sabiduría y extrema valentía.
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El recurso colorista y el recurso técnico, confieren a la pintura de Clara Gracia una visualización muy dinámica y, sobretodo, personal. La artista consigue obras de gran armonía y sutileza, apoyándose en esos recursos estilísticos.
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Sus temáticas nos sitúan en paisajes de agradable visualización y abundante interacción cromática, pero también abundan sus mesas llenas de botellas y copas, en las que sigue manteniendo esa técnica y ese cautivador cromatismo.